Miles de familias, pero principalmente los niños, esperan la noche del 25 de diciembre, para recibir la llegada del Niño Dios a sus hogares; desean que entre en sus corazones y en el hogar las bendiciones del redentor, quien además traerá consigo regalos y obsequios para todos aquellos que durante el año hayan tenido un buen comportamiento en el desempeño de su vida.
Y es que los infantes a pocas horas de la Nochebuena, con la esperanza e ilusión a lado de sus familias, desean recibir paz y amor en sus vidas; es por ello que es tradición que esta noche se le arrulle, se le cante, para estar unidos como la sagrada familia, abrazarnos y compartir la cena, festejando el nacimiento del Niño Dios quien traerá alegría a nuestra vida.
La Navidad que representa el nacimiento de Jesús es un tiempo de reflexión, que nos prepara para recibir el nacimiento del Niño Dios, y que es llenar los corazones de fe y esperanza, en la que debemos tratar de reunir a las familias, ofreciendo el mejor de nuestro esfuerzo, en una cuna de unidad, de oración, alegría, para recordar esta fecha, que todos empecemos a sentir paz que anuncian los ángeles a los hombres de buena voluntad.
Todos, padres e hijos, necesitamos frenar un poquito nuestras carreras de todo el día y acercarnos a María y a José que esperan con calma y en silencio la llegada de Dios; Proyectemos ese pequeño pesebre a nuestro corazón; Así Jesús se hará carne en nuestro interior y podrá hacer de nosotros un lugar donde nacer, latir y vivir para siempre.
La Navidad no debe ser solo una bella historia, un relato de algo que aconteció hace más de dos mil años, debe ser algo presente, debemos de tener presente que este acontecimiento no se ha ido nunca y está siempre presente entre nosotros, y nos enseña a ser generosos y ser felices porque nos ha marcado la vida como seres humanos.
