San Juan del Río

Fallece Restituto Rodríguez y su legado cultural une a San Juan del Río

El municipio reconoce el impacto social y artístico del pintor surrealista, cuya obra y labor pública fortalecieron la identidad cultural de San Juan del Río.

Restituto Rodríguez Camacho, el artista que convirtió los sueños en colores y la memoria en una obra eterna, partió a los 94 años en su amado San Juan del Río. Su fallecimiento, anunciado el 15 de noviembre, dejó en silencio una vida plena de imaginación, talento y una calidad humana que marcó a generaciones enteras. Pero su legado —profundo, vibrante, indómito— continúa respirando en cada trazo, en cada historia y en cada rincón de la tierra que lo vio nacer.

Nacido el 5 de julio de 1931, cuando San Juan del Río era un pueblo pequeño y conservador, Restituto ya mostraba desde niño una habilidad innata para dibujar. Retrataba a sus compañeros de escuela “nada más de ojo”, como él decía, un don natural para capturar el parecido, mucho antes de que entendiera de métodos, perspectiva o teoría del color. Su casa, ubicada en la esquina de Avenida Juárez y Calle Hidalgo, hoy pleno corazón de la ciudad, fue el primer escenario donde comenzó a soñar.

Aunque estudió contabilidad —una carrera que nunca le gustó— siempre supo que su destino estaba en el arte. “Trabajo para no vivir del arte”, decía, convencido de que la libertad creativa solo existe cuando no se pinta por encargo, sino por convicción. Su camino se definió entre los 20 y 25 años: quería escribir teatro y quería pintar. Pero no podía hacer ambas cosas a la vez. “Para hacer las cosas bien tienes que ser una cosa nada más”, concluyó. Y eligió la pintura. Eligió el color. Eligió imaginar mundos.

Durante su estancia en Querétaro, conoció a la pintora María Teresa Aguilar, compañera e influencia decisiva. Fascinado por Remedios Varo, se abrió paso en el surrealismo, no como imitador, sino como un creador que lentamente construiría su propia voz. A fuerza de disciplina compró libros, estudió composición, perspectiva y teoría del color, formándose como los grandes: desde la autodidaxia, el hambre de conocimiento y una visión muy personal del mundo.

Su vida laboral fue tan diversa como inesperada. Primero contador, luego empleado de Tesorería Municipal y Subtesorería del estado. Y finalmente, Oficial del Registro Civil. “¿A quién ponemos?”, le preguntaron. “Ponme a mí”, respondió. “Tienes cara de juez”, le dijeron, y así pasó 12 años casando gente. Era un lector apasionado de novelas policiacas y un poeta en secreto —poemas que nunca quiso publicar porque eran parte íntima de su mundo interior. “De músico, poeta y loco todos tenemos un poco; bueno, de músico yo no tengo nada”, decía con humor.

Cuando se jubiló, estableció su estudio y se dedicó por completo a la pintura. Su fe en la integridad creativa era absoluta. Una galería de prestigio en México lo quiso convencer de abandonar el surrealismo para pintar “platitos con una guayaba, un pan artesanal, un dulce típico”. Restituto no cedió. “Yo no pinto eso… si no se vende, que no se venda. Si se vende, bueno”. Su arte era libertad, y la libertad no se negocia.

El reconocimiento llegó con los años: en 2012 un jardín de niños en La Floresta fue bautizado con su nombre; en 2017 la LVIII Legislatura del Estado le otorgó la medalla “Fray Junípero Serra”, distinción reservada para quienes fortalecen el arte, la solidaridad social y la identidad cultural. En 2021 se inauguró la galería que lleva su nombre en el Portal del Diezmo, un hogar permanente para su obra.

El presidente municipal de San Juan del Río, Roberto Cabrera, también lamentó su partida y honró su trayectoria: “El maestro Restituto Rodríguez Camacho, ilustre y destacado artista sanjuanense. Un hombre talentoso, dedicado y de enorme calidad humana, cuyo legado permanecerá en la memoria de nuestra tierra”.

Restituto Rodríguez Camacho fue más que un pintor. Fue un hombre que eligió ser fiel a sí mismo, que pintó mundos porque el suyo no le era suficiente, que creó sin concesiones, que vivió de frente, con humor, con disciplina y con un amor profundo por su ciudad. Su partida no apaga su luz: la multiplica. Porque su obra, sus palabras y su historia seguirán resonando en cada generación que encuentre, en sus lienzos, un universo propio donde habitar.

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