El «eco» de Las Poquianchis en San Juan del Río
La producción dirigida por Luis Estrada reinterpreta la novela de Jorge Ibargüengoitia y recuerda los hechos reales ocurridos en Guanajuato y Querétaro durante los años cincuenta y sesenta.
La nueva serie de Netflix, Las Muertas, dirigida por Luis Estrada y basada en la novela de Jorge Ibargüengoitia, rescata uno de los capítulos más oscuros de la historia criminal mexicana: el imperio de explotación sexual que las hermanas González Valenzuela, conocidas como Las Poquianchis, construyeron a mediados del siglo XX.
Lejos de una simple reconstrucción histórica, la producción combina ficción, drama y memoria colectiva, mostrando cómo la violencia de género y la impunidad marcaron la vida pública del país. A lo largo de seis episodios, la serie recuerda que la realidad mexicana puede superar en crudeza a cualquier relato literario.
Una historia real que sacudió a México
El caso de Las Poquianchis reveló una red de trata de personas protegida por autoridades locales y policías, con víctimas trasladadas entre estados como Guanajuato, Jalisco y Querétaro. La captura de las hermanas en 1964 y el hallazgo de más de 90 cuerpos en fosas clandestinas en San Francisco del Rincón, Guanajuato, cambiaron para siempre la percepción social sobre la violencia hacia las mujeres.
Conexión con San Juan del Río, Querétaro
Entre 1954 y 1964, las hermanas González Valenzuela operaron una red de burdeles en distintos estados, incluido San Juan del Río, Querétaro, donde mantenían un inmueble en la actual calle Melchor Ocampo, entonces conocida como Cóporo. Aunque el lugar era administrado por un tercero, su vínculo con Las Poquianchis dejó una huella profunda en la memoria local.
La llamada “Casa Poquianchis” conserva vestigios de aquel pasado: un patio amplio rodeado de cuartos pequeños, sanitarios colectivos y el antiguo salón de espectáculos que hoy funciona como bodega. Vecinos y cronistas locales, como José Luis Hernández Peña —autor del blog Iztachichimecapan—, han documentado la historia oral de este y otros espacios de vida nocturna que marcaron al San Juan del Río del siglo pasado.
De la crónica al mito urbano
El relato histórico se mezcla con leyendas y memoria popular. En la zona, las familias contaban historias para mantener alejados a los jóvenes de esos lugares. Se decía que en la Casa Colorada habitaba un vampiro o que por la calle de Cóporo se aparecía la Llorona.
Según Hernández Peña, el burdel más famoso fue el inmueble conocido como “El Treinta” o “El Burro”, en el barrio del Calvario, un sitio donde la vida nocturna generó una pequeña economía local. Su caída coincidió con la detención de Las Poquianchis y el declive de esa época.
Con el paso del tiempo, la vida nocturna sanjuanense mutó hacia otros espacios y giros, hasta que los tables dance y bares modernos reemplazaron a los viejos burdeles. Hoy, la casona de Melchor Ocampo sobrevive como una vecindad deteriorada, testigo mudo de una historia que aún se cuenta en voz baja.
Memoria viva en la ficción
La serie Las Muertas no solo reconstruye una historia criminal: también abre un espacio para reflexionar sobre la violencia contra las mujeres, la impunidad y la explotación sexual, temas que continúan siendo vigentes.
A más de medio siglo, el eco de Las Poquianchis persiste como un recordatorio incómodo de las heridas sociales que aún no cierran y de cómo la ficción puede ser una herramienta poderosa para mirar al pasado y comprender el presente.






